Coleccionando amaneceres

Cada mañana  Drako y  Odín, mis dos compañeros perrunos, salen a pasear en compañía de un servidor

No puedo evitar observar a mis compañeros de paseo su dinámica de cada mañana. Lo primero es olfatear el mundo, buscar nuevos estímulos que llevarse a sus papilas olfativas, y así se pasan un rato. Después buscan algún objeto con el que jugar, no tienen muchas exigencias, un palo, una piedra, alguna botella de plástico, que un terrorista ecológico ha dejado tirada en medio del campo. Observo como se persiguen uno al otro, intentando quitarse el objeto de juego, esas carreras, pienso, sería como para nosotros hacer alguna actividad deportiva por la mañana y el bienestar que supone segregar endorfinas, la hormona de la felicidad ya desde las primeras horas del día. Al cabo de un rato, ya más tranquilos, pasean a mi lado observando cualquier cosa que pueda llamar su atención.

Desde que los acompaño, también me he empeñado en hacer algo similar a ellos, los olores del campo por la mañana invade mi sentido del olfato, y disfruto de reconocer como cambia todo en función de la humedad de la mañana. Me uno a ellos intentando quitarles el objeto que han decidido usar ese día para divertirse, y disfruto de jugar con mis peludos mientras a lo lejos veo una gran fila de coches en caravana, y para terminar, me paro en un punto en concreto, y espero a que salga el sol, y así voy coleccionando amaneceres, día tras día, da igual donde estemos, nuestra salida cada mañana persigue recargar la energía y disfrutar de las pequeñas cosas.

Volvemos a casa con una energía vital tremenda, sin necesitar nada más y pensando en todas aquellas personas, que por el ritmo de vida que llevan, son incapaces de disfrutar de estas pequeñas cosas.

Y me pregunto, qué nos han enseñado que tanto nos cuesta sentir?